Estas fechas de celebraciones en las que salimos más y asistimos a lugares concurridos me hacen recordar las clásicas aglomeraciones en las que siempre hay más de un espabilado con ganas de tocar lo que no debe. Podría estar hablando de froteurs (aclaración para quien no sepa lo que es: http://es.wikipedia.org/wiki/Frotismo) con los que me he encontrado en más de una ocasión pero no, no solo hablo de los malintencionados, estoy segura de que muchos lo hacen con toda su buena voluntad. Este post va para ellos.
Sabemos que eres educado, que quieres pasar sin tener que empujarme. Quizás incluso seas vergonzoso y no te atreves si quiera a dirigirme la palabra. Incluso puede que creas que yo (como mujer) me sentiré más cómoda si pasas por mi lado y me «apartas» con delicadeza, pero NO.
No tienes por qué agarrar mi cintura y mucho menos pasar tus manos por mi espalda. Si quieres tocarme (cosa que no es necesaria aunque sí admisible) es suficiente con que, con una mano en mi hombro, me preguntes si puedo dejarte pasar.
Esta última técnica unida a una sonrisa hace conectar a las personas mucho más eficazmente e incluso algunos estudios indican que es un paso firme y seguro hacia la amistad y la confianza. Con esto quiero decir que si tu objetivo es ligar con aquel a quien tocas, es mejor empezar por aquí.
Estamos demasiado acostumbrados a que el cuerpo de las mujeres es objeto de opinión y, como este caso, de tocamientos de todo el mundo. A esto se le llama machismo y no, no tienes (ni yo tengo hacía a ti, independientemente de tu sexo) derecho a tocarme sin mi permiso. Más de un hombre se ha visto sorprendido cuando, al agarrar mi cintura con ambas manos para hacerse un hueco entra la multitud, me he vuelto con cara de perro. Más de una vez no me he contenido cuando su mano se desliza por donde no debe y le he preguntado si le apetecía que yo también le acariciase a él.
Vuelvo a insistir, no acuso a nadie de malintencionado pero, la educación pésima que recibimos y el machismo imperante hace que asumamos como normales cosas que no lo son, que tomemos los cuerpos ajenos sin considerar los límites personales. Recuerda, si quiero que agarres mi cintura (o lo que no es cintura) seré yo quien me encargue de comunicártelo.
En España esta situación es mucho más habitual de lo que las mujeres (en términos generales la persona que sufre el tocamiento es mujer) desearíamos. ¿Ocurre también así en otros países?