En las últimas décadas, desde el mundo de la falsamente llamada sexología, se ha puesto de moda el estipular reglas y trucos. Con ellos se pretende encontrar los puntos más sensibles del cuerpo, las caricias más placenteras, las posturas más excitantes e incluso establecer manuales de uso para nuestra actividad sexual.
No es difícil encontrar titulares como “10 trucos para el sexo perfecto” y recomendaciones del tipo “haciendo esto lo volverás loco/a”. Por el mismo motivo, tampoco es difícil encontrarse con personas que preguntan sobre si tal o cual cosa produce placer.
¿Cómo podría yo responder a eso? ¿Cómo saber si te gusta que te acaricien de una determinada forma? ¿O si disfrutarías con una práctica determinada? Sólo existe una respuesta: probándolo.
Se ha intentado mecanizar y objetivizar nuestra sexualidad: misión imposible. Cada persona es única, especial y diferente, con ello también lo serán sus deseos, sus sentimientos y sus placeres.
La sexualidad se ha desarrollado y consolidado de forma exclusiva para cada uno de nosotros, por nuestros aprendizajes, valores y experiencias. ¿Por qué intentar generalizar? ¿Por qué buscar soluciones válidas para todos cuando el verdadero valor reside en la diferencia?
Sólo podemos afirmar una cosa: el mayor órgano sexual de nuestro cuerpo es el cerebro y éste coordina a todos los demás. No busquemos trucos, la solución está en nosotros mismos, en conocernos, en querernos mucho y ¡en sexperimentar!
Artículo publicado previamente en www.elimportuno.com