Hoy os traigo el primer relato erótico publicado en Sexperimentando “Terapia sexual“. Su autor es Iván Linares, de quien podréis encontrar más relatos en su web No solo porn.
Os dejo que lo disfrutéis y, al final, podréis encontrar su contacto y mis comentarios.
—¿De qué querías hablarme esta vez?
Maldita sea, no aguanto esa expresión conciliadora abierta a la más oscura confesión al tiempo que en su rostro permanece brillando la sonrisa como un faro ilumina a los que buscan puerto en las peores tormentas. Pero, ¿cómo voy a decírselo? ¿Cómo explicarle que casi todas mis preocupaciones son inventadas sólo para tener una excusa con la que acudir a su consulta? Si fuera capaz de sincerarme…
—Verás —digo con convicción mientras los nervios baten mis entrañas a “potencia picadora”—. Últimamente fantaseo con llevarme a la cama a una persona muy especial. Pero me da miedo contárselo.
—¿Porque temes que te ocurra de nuevo lo del gatillazo?
Mira que llego a ser idiota: contarle a la mujer que deseo justo lo que menos me gustaría que creyera. Pero ya es tarde para remediarlo, qué se le va a hacer. Aunque siempre estaré a tiempo de fastidiar la situación todavía más, basta con que siga abriendo la boca.
—Porque… —Piensa, piensa—. Porque… Me ha ocurrido alguna vez, estaría delante de la mujer que deseo, querría cumplir con sus expectativas, con las mías… Sí: me da miedo que aquello se baje.
—Ya sabes que el cerebro es el primer órgano sexual: cualquier cosa que te perturbe acabará perturbando tus relaciones.
—Me lo has comentado varias veces, sí.
—Es más fácil decirlo que hacerlo —apoya ligeramente la espalda sobre la butaca de oficina y me observa desde el balcón de una mirada capaz de levantar a un esqueleto de su tumba—, pero has de tenerlo bien claro: no sufres ningún problema sexual, todo está en tu mente.
En mi mente sólo te tengo a ti. Sobre todo ahora. —Tienes razón: es más fácil decirlo que hacerlo. Mucho.
—¿Sabes qué?
—Ha tenido una idea, lo percibo a la perfección: la cara se le ilumina mientras sonríe, marcando un arco ascendente en sus labios que denota picardía y ganas de hacer travesuras, a partes iguales
— ¿Por qué no me explicas cómo te enfrentarías a un encuentro sexual con esa persona?
—…
—En serio: si me cuentas qué se te pasa por la cabeza y, dado el caso, cómo te gustaría comportarte, puede que, además de darte cuenta de dónde está el problema, seas capaz de desinhibirte llegada la ocasión.
—¿Tú crees que eso funciona?
—Claro, es psicología básica
—esa sonrisa, maldita sea: qué sonrisa—.
Además ¿no irás a cortarteconmigo?
—No, por supuesto que no.
—Pues venga. “Solemos citarnos con frecuencia, pero no hay nada especial en esas citas aparte de estar con ella y de mi interés por poseerla. Como si no hubiera otro pensamiento en mi cabeza: la veo, la observo con todo detalle, me adentro entre el desfiladero que se abre a la mirada justo en el centro de su escote y fantaseo con liberarle la blusa despacio, botón a botón, abriéndole después el sujetador tras acariciarle la espalda tan suavemente como el deseo permita.
Imagino que sus uñas se clavan en la mía, en mi espalda; al tiempo que nos besamos el cuello sin hacerle ascos a mordernos la piel lo justo para dejar una minúscula señal de los dientes. Sí, así es como me gustaría que fuese”.
“La echaría sobre su mesa de oficina, esa mesa que acumula informes, la pantalla del ordenador y sus respectivos ratón y teclado. Tiraría todo al suelo de un manotazo antes de arrojarla encima, retirándole después la falda de tubo al tiempo que aprovecho para arrastrar las medias junto con la falda. Las medias se resistirían a abandonar las piernas, agarrándose a ellas en un intento de mantenerse como segunda piel; dejando al descubierto la cara tersa y suave de los muslos que, sin vergüenza, arañaría en sentido ascendente quedándome a escasos centímetros del centro de su placer. Y así la dejaría: expectante, deseosa, nadando en el deseo de quedarse a las puertas de agarrar el cielo”.
“Llegados a este punto, ella tomaría el protagonismo levantándose de la mesa sin dejar de besarme; agarrándome sin miramientos por los hombros para lanzarme con idéntica falta de delicadeza sobre la misma mesa donde antes se estremecía ella. Me retira la camiseta, justo ésta que tan bien me queda. Enreda sus dedos en el vello, desciende con la boca desde mis labios hasta los pezones y, dejándome hacer, los muerde alternativamente mientras desliza la mano derecha por todo el torso caderas abajo hasta tropezarse, literalmente, con el bulto erigido en mi entrepierna. La erección es intensa, de ésas que llegan hasta a hacerte daño”.
Como la de ahora. “Me desabotona los pantalones con habilidad sin dejar de morderme y lamer ambos pezones, introduciendo la mano por el espacio recién abierto, después bajo los calzoncillos y, como haría cualquier escalador ascendiendo una montaña, asiendo el saliente con seguridad por la base rodeándolo con los dedos mientras ejerce la presión justa para estremecerme entre calambres. Sabe lo que hace, conoce cuánto la deseaba, no ignora lo mucho que he soñado con saborear su intimidad. Pero se lo toma con calma, dejándome a su merced mientras maneja la batuta ahora con ambas manos. Está dura como una piedra. Y mojada, muy mojada. ¡Dios, cuánto deseo penetrarla! Pero no me deja, aún no”.
“¿Lo hará? Sí: desciende los pies al suelo y agacha la cabeza a la altura clave pasando la lengua por el glande mientras me mira de reojo en un gesto que automáticamente enmarco en mi memoria. Cierro los ojos y me abandono por unos segundos, dejándome arrastrar por el torrente de sensaciones que explota en mi mente desencadenando una serie de escalofríos que acaban encontrando el camino de vuelta al pene. Abro de nuevo los ojos y lo veo desaparecer. Aparecer. Desaparecer. Hasta que no aguanto más y, agarrándola del pelo, atraigo sus labios a los míos consiguiendo que se eche encima para compartir un calor y un tacto que no son de este mundo”.
—Otra cosa no —me interrumpe cargando el tono con una pizca de sarcasmo—, pero imaginación tienes un rato largo.
—Me dijiste que te contara cómo me gustaría que fuese el encuentro. Y, con un poco de literatura, ojalá fuese así.
—¿Y te has excitado?
—Pues… —¿Qué le respondo?—. La verdad es que sí, me he excitado.
—¿Has tenido una erección? Me sigue haciendo daño: el pene oprime tanto los pantalones que, si los desabotonara, se liberaría como un muelle sacando un ojo a todo el que se encontrase delante. —Sí, se me ha puesto un poco dura.
—Entonces, piensa en qué ocurriría si tuvieras a tu chica soñada justo delante: lo del gatillazo sería historia. —¿Tú crees? —Estoy convencida. Si se te ha puesto dura hablando conmigo, imagina cómo se te pondría yendo más allá.
“Yendo más allá”. Las tres palabras rebotan en mi cabeza adquiriendo más y más fuerza con cada rebote. “Yendo más allá, yendo más allá…”.
—Pues…
—Claro que sí: ten confianza en ti mismo. Ya sabes: el primer órgano sexual es el cerebro.
—El cerebro… Me levanto pesadamente mientras disimulo tapándome la entrepierna con las manos. Es imposible esconderlo; y noto cómo ella sonríe de refilón al descubrir el bulto.
—Si te parece, la próxima sesión la haremos un poco más tarde. ¿Qué te parece a las ocho?
—Por mí perfecto —como si es a las dos de la madrugada.
—Y prometo ponerme falda.
Si os ha gustado podéis seguir a Iván en Twitter, Facebook, LinkedIn e Instagram. Eso sí, si os ha gustado como para llevarlo a la práctica…¡no os emocionéis!
Como ya os he contado en muchas ocasiones fantasía y realidad sexual no siempre encajan. De hecho, como terapeuta sexual, jamás me he puesto una falta de tubo para la consulta (siempre voy en pantalón porque me gusta atender en sofás, es muy cómodo) y jamás motivaría a un paciente a que me relatase una fantasía (de hecho, muchas veces pido elaborarlas pero pocas veces me cuentan si quiera de que tratan)
¡Siento estropearos el momento! Pero ¿sabéis que hay gente que se cree que los sexólogos somos expertos en artes amatorias (por no decir otra palabra menos elegante) o incluso que nos acostamos con nuestros clientes? Bueno, pues como hay barbaridades así por el mundo, no está de más aclarar, ¡no vaya a ser que se me bloquee mi nueva sección de consultas online con tanta expectación!
Fuera bromas, ¡a disfrutarlo!
Ya has roto la magia: yo que te imaginaba con falda. 😛
Encantado de que te haya gustado. 😉